Hemos finalizado la lectura de "Cuentos para todo el año" y la experiencia ha sido muy enriquecedora. A lo largo del libro, hemos viajado por las estaciones, descubriendo historias llenas de magia, valores y reflexiones sobre la naturaleza, la amistad y la importancia de los pequeños detalles.
El alumnado ha disfrutado mucho con cada relato y ha conectado con los personajes y sus enseñanzas. Ahora, tras haber comprendido y analizado el libro, estamos listos para compartir nuestra experiencia a través del BookTuber, donde contaremos qué nos ha parecido y qué hemos aprendido de esta maravillosa lectura. ¡Esperamos que os guste tanto como a nosotros!
Rubén
Continuación
Las ramas de los árboles eran tan grandes que se extendían en todas direcciones. Pompeyo se enteró de que el dueño era uno de los almacenes más grandes del país. Lo compró y lo trasplantó al jardín para decorarlo como un árbol de Navidad. Lo transportaron en un camión gigantesco para que no sufriera daños. Finalmente, el árbol quedó plantado en la entrada de los grandes almacenes.
En Reyes siempre vamos a casa de la abuela Aurora, que prepara roscones con sorpresa. Le pregunté qué había pedido para Reyes, y Clara me resp
ondió: "Una muñeca que canta y baila al ritmo de la música, un tren, disfraces...".
Había un país muy lejano donde sucedió algo extraño. Las niñas tenían muchas muñecas que hacían de todo. ¿Qué pasó con los niños que tenían de todo? ¿Por qué desaparecieron sus juguetes?
Cuentos de primavera
Era una mañana de marzo, tan clara y soleada, cuando empezaron a llegar las golondrinas con sus inconfundibles sonidos y sus vuelos acrobáticos.
—¿Dónde está la primavera? —preguntaban, desoladas, los animales acurrucados en sus madrigueras.
El viento respondió:
—Déjame pensar un poco... —y luego añadió—. ¡Mira! Tú sopla un poquito y levanta las mantas, y yo le haré cosquillas en los pies al hada de la primavera para despertarla y que vuelva el buen tiempo.
Cuando el hada despertó, con su varita verde hizo brotar las hierbas; con su varita roja, las amapolas; y con su varita transparente, llenó de alegría a los niños y volvió tierna la mirada de los mayores.
Al día siguiente, los animales del bosque y los habitantes de la ciudad se dieron cuenta de que todo había cambiado. Se levantaron más alegres y, cuando el Gran Señor del Mundo pasó revista y vio que cada cosa estaba en su estación, felicitó al hada por su gran trabajo.
El árbol de las mariposas
Pompeyo cree que los mejores jardineros son los japoneses. En Japón, un país lejano formado por islas en medio del mar, crecen árboles en forma de mariposas llamados Ginkgo biloba.
Un árbol de hojas aplanadas vio cómo el viento azotaba a las mariposas y quiso protegerlas. Cuando el huracán cesó, las mariposas pudieron volar libremente, y el árbol se alegró... pero él ya no podía moverse, pues sus pies se habían transformado en raíces para no ser arrastrado por la tormenta.
El niño que apagó la luna
Hay padres que se empeñan en enseñarles todo a sus hijos de golpe. Los niños, al no comprender, terminan mezclándolo todo y no entienden nada.
Pompeyo contó la historia de un padre apresurado que quería enseñarle todo a su hijo en dos días.
Una noche de luna llena, despertó a su hijo para explicarle qué era un satélite. Mientras comenzaba su lección de astronomía, el niño abrió los ojos y vio la luna, brillante y hermosa. En ese momento, el padre descubrió que la luna había desaparecido y, sorprendido, frunció el ceño con gesto de preocupación.
El niño, sin embargo, no se dio cuenta de nada, pues pronto volvió a dormirse.
El padre, angustiado al pensar que la humanidad no podía quedarse sin luna, intentó idear una solución. Mientras veía la televisión, se le ocurrió una idea fantástica.
Abrió la nevera, tomó un trozo de la tarta de cumpleaños de su hijo, cogió una caja de cerillas y despertó al niño. Lo llevó a la terraza, encendió una cerilla y se la dio con cuidado. Luego, le señaló el cielo, el lugar donde antes estaba la luna.
Al final, el niño comprendió: al encender las velas, la luna también se iluminó. Y así fueron felices.
Una estrella de verdad
El otro día fui a la playa a pescar con Pompeyo. Aunque, en realidad, lo llamamos "pescar" por decir algo, porque solo fuimos a darles de comer a los peces.
Pompeyo me contó una historia.
En las noches de verano con luna llena, el agua conserva el calor y los animales marinos, por unas horas, olvidan sus instintos. La luna ilumina todo y se pueden ver sus rostros.
Algunos animales marinos cuentan historias solo por el placer de ser escuchados. Siempre empiezan con:
"Había una vez un rey tritón que tenía una sirena encerrada en una torre de coral..."
Y así, todos saben que son cuentos marinos, relatos que nunca han sucedido en la realidad.
Todos se rieron de aquella ocurrencia y se burlaron de la estrella, preguntándole:
—¿Por qué siempre eres un poco más dorada y brillante que las demás estrellas?
Cuento de otoño
Clara se pone enferma y no puede ir a casa de su abuela Aurora. Pompeyo, al enterarse, le envía una carta diciéndole que le contará el cuento por escrito.
Había una isla constantemente azotada por el viento, y el Flairador era quien calculaba la dirección y la fuerza de las ráfagas. Sin embargo, un día falló, y la gente dejó de confiar en él.
Los habitantes de la isla decidieron construir una máquina para reemplazarlo, pero esta también falló. Como consecuencia, se generaron varios tornados en la isla. Las personas que estaban en la calle quedaron atrapadas en el fenómeno, y los tornados se llevaron sus tesoros más preciados. Poco a poco, la población se fue sintiendo más apagada, hasta que la civilización desapareció por completo. Hoy en día, nadie sabe si aún queda alguien con vida en la isla.
Moraleja: Hay que dar segundas oportunidades.
La estrella caída
Clara ve a Pompeyo con una cicatriz en la mano y le pregunta qué le ha pasado. Entonces, él le cuenta la historia de una estrella fugaz que cayó al vacío.
Durante su caída, la estrella llegó hasta una nube. Decidió quedarse allí porque le pareció cómoda y esponjosa. Sin embargo, cuando las nubes chocaban entre sí, se volvían grises y oscuras, y comenzaban a lanzar truenos. Para evitar quedar atrapada en la tormenta, la estrella saltó antes de que los rayos la alcanzaran y terminó cayendo en un árbol.
Durante un tiempo, la estrella iluminó el árbol, pero cuando llegó el invierno, el frío la dejó congelada y apenas podía brillar. Entonces, un pastor la encontró, la tomó entre sus manos y se la llevó a su cabaña. La colocó junto a la chimenea para que entrara en calor.
Moraleja: Siempre hay una mano extendida dispuesta a ayudar a los demás.
Rebeca
Una estrella de verdad
Todo comienza cuando Pompeyo y Clara van a la playa para darles de comer a los peces.
Pompeyo cuenta la historia de una estrella que cayó del cielo al mar.
Al principio, los animales marinos se burlaban de ella solo por ser diferente. Decían que no brillaba como ellos y que comía cosas distintas. La estrella, sintiéndose triste, se sentó en una roca y comenzó a llorar.
Pero una noche, el mar estaba tan oscuro que la estrella, sin darse cuenta, desprendió una luz que iluminó toda la inmensidad del océano.
Todos los animales le dieron las gracias y le dijeron que estaba bien ser diferente, porque eso era precisamente lo que la hacía especial.
Oledor de Viento
Clara no solía enfermarse con facilidad. Sin embargo, siempre le ocurría en otoño y a mediados de invierno. Por suerte, en primavera se mantenía sana.
Un día, cuando le tocaba visitar a su abuela Aurora, enfermó. Se sintió triste por no poder escuchar las historias de su abuela y de Pompeyo.
Al rato, recibió una carta escrita por Pompeyo que decía:
"Las historias son mejores cuando se viven que cuando se cuentan."
Había una vez un viento tan fuerte que, al soplar, arrasaba con todo a su paso, incluso con los sentimientos de la gente. Por eso, en aquella isla casi no había antenas, pero sí muchas veletas de distintas formas.
En la isla vivía un hombre llamado Flairador. Los isleños acudían a él para saber si era buen día para casarse, sembrar o hacer cualquier otra actividad. Sin embargo, un día se equivocó en su predicción y la gente dejó de confiar en él.
Decididos a no depender más de Flairador, los habitantes construyeron una máquina capaz de predecir la dirección, la frecuencia, la velocidad y la humedad del viento. Al principio, la máquina funcionaba perfectamente, pero un día falló y provocó un huracán tan fuerte que arrasó con todo.
Cuando el viento finalmente cesó, los isleños ya no eran los mismos: parecían robots, sin emociones ni voluntad propia. Algunos dicen que el viento enloqueció y arrancó la isla de cuajo, haciéndola desaparecer para siempre.
Moraleja: Todo el mundo merece una segunda oportunidad.
Una estrella caída
Pompeyo tiene una cicatriz en la mano derecha. Cada vez que le preguntaba qué le había pasado, me contaba una historia diferente.
Una vez, me dijo que la cicatriz apareció una noche después de que un pastor le diera la mano.
Me relató así:
*"Era una noche fría y tranquila, con el cielo lleno de estrellas. La más pequeña de ellas se soltó del hilo que la sujetaba y comenzó a caer. Nada podía detenerla. Era la más veloz y dominaba a la perfección las corrientes cósmicas.
Viajó durante mucho tiempo hasta que tropezó con una pequeña y esponjosa nube. De vez en cuando, aquella nube descendía del cielo para beber. Así fue como cayó lentamente y se posó sobre un gran árbol, donde decidió quedarse a vivir.
Con los años, la luz de la estrella casi se había extinguido. Fue entonces cuando, al pie del árbol, la encontró un pastor. La tomó con delicadeza entre sus manos, y en ese instante, la estrella dejó de brillar.
El pastor se la llevó a su cabaña y la colocó junto a la chimenea, pensando que allí estaría mejor. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que en su mano había aparecido una cicatriz en forma de estrella.
Desde entonces, en las noches más frías, esa cicatriz emite una dulce luz que le da calor y compañía
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Santiago
Todo comienza cuando una niña de 10 años se acerca al protagonista y le entrega algo antes de desaparecer sin dejar rastro. Para encontrar respuestas, él va a una escuela a preguntar a la directora si la niña estaba matriculada, pero su nombre no aparece en ninguna lista. Sin embargo, él recuerda bien su apariencia.
Continuación....
Capitulo 6
Una estrella de verdad
Clara fue a pescar con Pompeyo y a darles de comer a los peces.
En las noches de verano, con el calor del agua salada, los peces olvidaban por completo la caza durante unas horas. Fue entonces cuando una estrella, frente a todos, proclamó:
—Soy una estrella galáctica.
Por un instante, todos quedaron en shock. Hasta que alguien rompió el silencio y dijo con burla:
—Tú lo que eres es una estrella lunática.
Los demás comenzaron a reírse y a hacer comentarios sarcásticos sobre lo que debía comer.
Cuando se cansaron de tanta burla, se fueron, dejando a la estrella sumida en una profunda tristeza. Sus lágrimas rodaron hasta el fondo de la roca oscura, perdiéndose en el mar.
Una noche oscura la estrella ilumino el mar y todos le dieron las gracias por ello. Se dieron cuenta que era una estrella de verdad, del cielo y agradecieron que fuera diferente.
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Capítulo 7: Cuento de otoño. El oledor de viento
Con la llegada del otoño, Clara cogió un resfriado. Aunque conocía muchos remedios medicinales, como jarabes y pastillas, esta vez la enfermedad la tomó por sorpresa. Para animarla, Pompeyo le envió una carta con una historia.
En la carta, Pompeyo contaba que en una isla remota vivía un viento llamado Flairador, que tenía la habilidad de oler la humedad y calcular la dirección del viento. Gracias a él, los habitantes podían anticipar tormentas y mantenerse a salvo.
Sin embargo, un día Flairador falló en su predicción y la población perdió la confianza en él. Para protegerse, colocaron veletas en los tejados y construyeron una máquina prototipo para controlar el viento.
Pero nadie previó que la máquina podría fallar. Cuando se averió, desató múltiples tornados que arrasaron la isla. Algunos habitantes, desprevenidos, fueron absorbidos por los vientos y arrastrados en giros aterradores, mientras otros perdían sus pertenencias más valiosas.
Con el tiempo, la población fue desapareciendo, hasta que apenas quedó nadie. La isla, ahora vacía, continuó a la deriva en medio del océano, navegando sin rumbo.
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Capítulo 8: La estrella caída
Pompeyo tenía una cicatriz al lado de la mano. Cuando Clara le preguntó por ella, él respondió que se debía a muchas cosas, pero las historias que contó eran tan inverosímiles que nadie sabía si creerlas o no. Por ahora, lo dejarían como un misterio.
Según una de sus historias, una estrella se había desprendido del hilo que la sujetaba en el cielo. Tras caer del espacio vacío, fue a parar sobre una nube.
Al principio, la estrella decidió quedarse allí, pues la nube era cómoda y esponjosa. Sin embargo, con el tiempo, las nubes se volvieron grises y después negras, cargadas de truenos y relámpagos.
Justo antes de que un rayo impactara sobre ella, la estrella saltó, cayendo sobre la copa de un árbol. Al principio, brillaba intensamente, pero poco a poco su luz comenzó a apagarse, hasta quedar reducida a un tenue destello.
Fue entonces cuando un pastor la encontró tirada, temblando de frío. Con cuidado, la recogió entre sus manos y la llevó a su cabaña, colocándola junto a la chimenea.
Para su sorpresa, cuando la estrella se apagó por completo, dejó en sus manos una marca luminosa, una pequeña cicatriz que, desde ese día, le proporcionó luz y calor en las noches más oscuras.